Abres un ojo, y ves una realidad oscurecida por el paso de los días.
Abres el otro, y ves que quien querías se ha alejado, paulatinamente, inexorablemente.
Sin remedio.
Y ya no sabes si es ella o eres tú, ni si te lamentas de que ya no esté. Quizá sean las circunstancias; la vida. Empiezas a pensar, como quien no quiere la cosa, que no se trata de nada que tú hayas hecho. Porque por una vez, no has perdido a nadie. Ha sido ella. Y te ha perdido a ti.
Cierras los dos.
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