El aire maúlla notas agrietadas, en un mundo donde los
colores mueren a diario entre trincheras de lo que un día fue algo vivo. Hoy
nadie recuerda las canciones de los muertos, que brindan somnolientos con copas
vacías, que una vez regaron voces de aquellos que supieron ver en otros las
sombras de su agonía.
Nadie sabe ya sus nombres, ni lo mucho que se amaron.
Se extinguieron las tormentas de miradas
furtivas, cazadores de risas nunca escritas. No hay constancia de sus vidas,
mas sus almas no se olvidan; son leyendas inmortales en un mundo en que no
tienen más cabida sino para aquellas voces que tratan de aplacar todo aquel
sentimiento, aquel dolor sin fondo que se esconde entre rescoldos de un fuego
antaño apagado, pero nunca extinto.
Nuca mueren quienes viven plenamente.
No perecen quienes aman verazmente.
Permanecen quienes sueñan lentamente, pues los sueños
alimentan las almas perdidas de quien no supo soñar a su medida.
Quienes viven, quienes mueren, quienes sueñan, quienes
quieren, son leyenda en más de un mundo, mitos incandescentes en aquellos
existentes y aún están por existir, pues se quedan en las notas que aún hoy
maúlla el viento, que no nace y nunca muere, en un mundo que se extingue.